martes, 18 de noviembre de 2014

Bienvenido a la familia Lost.

Bienvenido a la familia Lost.

    Nunca tuvo miedo de las arañas...
Pero sin embargo siempre fueron su punto de inflexión; las admiraba por el coraje de tejer esas casi invisibles y endebles telas y a la vez por cazar con determinación cuando algún insecto se enredaba en sus redes. Por otra parte las odiaba; las miraba desde el techo de su habitación y le venían unos controlables escalofríos que le recorrían el cuerpo y le acariciaban la nuca, erizando sus vellos.

No tuvo miedo de nadie, ni de nada. Ni de las rarezas y extrañezas de las que vivía rodeado; nada nunca consiguió hacerle destacar en su personalidad el asombro o la sorpresa... Hasta que... Un día todo cambió...

Era martes, se llamaba John y esa tarde, como casi todas las tardes en San Francisco, llovía. El tiempo era gris y la lluvia caía golpeando los capós de los coches y haciendo un cómico ruido que le recordaba a las palomitas en el microondas. Llovía con fuerza y esa tarde, John acudía a una cita con el psicólogo Dr. Frank Morgan para contarle lo que pasó hace casi diez años. Será la primera y única persona en saberlo. En saber qué cambió en la vida de John.


-Bien... Cuénteme señor John -Comenzó el psicólogo.
-Puede... -sugirió- Podría quitarse ese batín blanco, esto parece un loquero... Por favor. -Rogó.
-Sí claro... -Dijo reclinándose para quitarse la bata.
-Empezaré desde el principio. Hace un tiempo iba buscando algo que me cambiase como persona -dijo lentamente- algo que me hiciera evadirme un poco de la realidad y de mi vida anterior... Buscaba otras cosas, y vaya si me cambiaron, me dieron las cosas que buscaba... Ellos son la familia Lost. Y vaya si me.. Cambiaron.
-Continúe -Pidió mientras iba anotando cosas en su libreto- Cuénteme...
-Pues verá, anunciaron un anuncio por internet. Estaban buscando un cuidador de niños especiales... me saqué la carrera de pedagogía y pensé que podía hacer algo con ese niño.
-Y... ¿Era especial? -preguntó implicado.
-En efecto, parecía especial. Me puse en contacto con Virginia Lost; la madre del pequeño Moriarty Lost Jr. Según ella, el pequeño Moriarty padecía de sordera; se le olvidó decirme que también era mudo. Me di cuenta al instante cuando me miró con esos grandes ojos negros y no hallé respuesta de sus labios color violeta.
-Un niño sordomudo... Hasta ahora no es una historia muy... Reveladora, digamos.
-No todo se queda ahí. Sus ojeras, negras como el azabache delataban que no descansaba bien por las noches. Una tarde, una araña se postró sobre su nariz, y él, poniendo su dedo índice en la nariz abrió camino para que la araña pasase a su mano y una vez en su palma, la aplastó y se la comió sin masticar. ¡QUÉ HORROR! Pensé al ver eso. Se me revolvieron las tripas y puse una mueca de asco... De repugnancia. Poco a poco me repuse, di la vuelta y mi corazón casi desfalleció. ¡Qué susto! Pensé que esa familia iba a sacarme de quicio en tan solo unas horas. Al darme la vuelta vi al abuelo del pequeño Moriarty; Sir German Lost, detrás de mí.
-De modo que le asustó un simple anciano...
-Sí... a a... pro, pri priori -dijo balbuceando, nervioso, de un modo enérgico- es un simple anciano. Pero y si le digo que detrás de mí solo había una chimenea...
-No aterroriza, no parece muy espeluznante ni degradante para hacer a alguien cambiar de pensar o de forma de vivir.
-Deje que continúe y cuando concluya me dice qué le parece ¿no?
-Sí por favor, siga. -indicó con un gesto de la mano.
-Sir German Lost, de quien vuelvo a decir que me sorprendió su puesta en escena, apareció sentado en un sofá color bermellón descosido y arañado. Acariciaba un gato, negro de ojos amarillos y esqueléticos. El señor German se quedó mirándome con esos ojos azules llenos de arrugas. Sus intimidadoras cicatrices a ambos lados de su cara rompiendo sus mejillas hasta sus comisuras labiales que dibujaba una sonrisa color sangre me miró, y con una voz oxidada me sorprendió diciendo:
"Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost joven John."
De ahí en adelante noté... -corrigió- Pude comprobar que tenía alzheimer, ya que cada vez que me veía, repetía esa misma frase.
El psicólogo se levantó... Le ofreció un café de ese termo gris metálico que John rechazó con la mano mientras se recostaba más agusto en el diván.
-De modo que hasta ahora tenemos un niño sordomudo. -Recontó el psicólogo para situarse- Y un anciano con alzheimer...
John interrumpió sobresaltado.
-Y unas terroríficas cicatrices.
-Ya... Bueno. No es gran cosa hasta el momento. -Dijo restando importancia a la historia-. Continúe.
-El rebelde Stan; ese chico que fuese la hora que fuese estaba en líos... Podría haberse apellidado terremoto o problema... Es el único de ellos que salía de la casa.
-Dice que... ¿los demás no salían de la mansión?
-Así es... Él era el único con poderes para mover todo tipo de objetos... O eso me dijo él.
El doctor Morgan puso los ojos en blanco, negando con la cabeza.
-Y... ¿usted qué hizo? -Preguntó sin levantar la vista de su libreto donde anotaba todo.
-corregirle. Eso hice, le dije que realmente se llamaban poderes telequinéticos. Él me tiró un diccionario a mis pies mentalmente mientras noté un tono burlón que me decía:
-¿Lo has buscado ahí o vas de listillo?

-Delirios de personalidad rebelde -agregó el psicólogo alzando la pluma.
-esa personalidad rebelde le duró poco conmigo... nos hicimos amigos. Ambos teníamos la misma edad, bueno... yo tenía veintitrés; él doscientos años más pero era joven tal como un crío... y me recordaba a mí. ¿Tiene un vaso de agua?
-Sí, tome. Beba y continúe contándome.
-Gracias. -Dijo bebiendo rápidamente, haciendo un ruido ahogado-. Por donde iba...
-hablaba de st... -John le cortó rápidamente elevando la voz por encima del ya alto torrente del terapeuta.
-¡AH SÍ! Me integré en la familia Lost, y... Viví algún tiempo en su enorme y oscura mansión. Me preguntaba en varias ocasiones que hacía un gorro siempre en el sofá, cuando el orden de Virginia Lost era casi un régimen militar. No podía ver una cuchara fuera de la cocina ni un calcetín sucio fuera del cuarto de la limpieza. Las cortinas; rojas y moradas, no se abrían nunca, tan solo las luces de unas velas y de una enorme lampara de una... -comenzó a hiperventilar.
-¿Sí? Continúe... ¿una lámpara de qué?
-Una lámpara de araña -los sudores comenzaron a caer por su piel, su frente era un río de nervios, sudor y brillo debido a la luz que tenía sobre su cabeza en ese momento-. No soporto las arañas sabe... Las admiro, las respeto pero a la vez las odio y me dan miedo.
-Todos tenemos algún miedo sabe, no es usted el único
-¿Cuál es su miedo señor? -preguntó John.
-La mente humana, por eso intento mejorar la de todas las personas... por favor continúe.
-como decía... a parte de las velas y la lampara de... -Pausó- araña, lo único que le daba color a esa mansión era la jovencita Carla Lost... Era una joven de una belleza terroríficamente perfecta. Cuando caía el sol y salía la luna; se transformaba en una enorme y sensual pantera, la primera vez que lo pude ver con mis propios ojos estaba realmente atemorizado... Pero transformada en esa pantera de tonos negros y enormes ojos blancos, cuando clavó su mirada en mí noté paz. Una paz de la que nunca había gozado y de la que estoy seguro que jamás gozaré. A pesar de esos dientes afilados como el mismísimo tridente de Zeus, sabía que no me iba a atacar.
-¿Una pantera? una joven bella como bien dices... ¿que se transformaba en pantera?
-Sí... Puede parecer una locura -reconoció.
-Es una locura -dijo tajante el doctor.
-Puede que lo sea, pero aquella familia... La familia Lost eran sin duda una extraña familia de criaturas excelentes. Ahora se entiende que no saliesen a la calle para nada. Siempre teniendo al loco de Stan de recadero y armando jaleos en las calles. El pequeño Moriarty por ejemplo; a pesar de ser sordomudo era capaz de hablar telepáticamente con los animales y someterlos a obediencia.
-Si es sordomudo... ¿cómo se lo ha dicho? -quiso saber el doctor.
-Me lo escribió en el suelo, -tembló al recordar el modo- con arañas... Con miles de ellas. Conocía mis debilidades y las de todos. Rápidamente se lo comuniqué a Virginia Lost, se me quedó mirando extrañada y me dijo:
"¡vaya! ¿No lo sabía?" Me dijo... Pero qué locura... Yo me hallaba sentado en una silla, tocando el suelo como una persona corriente y normal, pero ella me resumía la clase de familia que eran tomando el té sentada en el techo mirándome boca abajo.
-Como terapeuta he oído de todo John... Pero nunca semejante historia. Continúe, quiero al menos llegar al final de esta historia.
-Sé que puede ser difícil de creer... y es difícil de creer. Virginia Lost me dijo que ella tenía el don de crear campos anti gravitatorios; de ahí que tomase el té en el techo de la cocina. Como quién pega un salto, Virginia bajó y me siguió contando cosas acerca de su familia. El abuelo Lost por ejemplo, German Lost... Me contó que perdió la memoria y solo dispone de unos cuatro o cinco minutos de capacidad cerebral, a pesar de eso y sus cicatrices en la cara debido a la guerra de la ciudad de Troya permanece vivo... "¿TROYA?" Grité en ese momento a viva voz. Noté una presencia detrás de mi... No tenía sombra pero entendí, al reconocer su loción de afeitado que era el viejo abuelo Lost... De nuevo esa sonrisa oxidada y esas repetidas palabras: "Tú nunca poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost joven John." Ese viejo... ese viejo que siempre estaba con su gato tenía casi cinco milenios de edad. Eran una familia alucinante que murieron hace cientos de años y que revivieron sin razón ni explicación. Solo saben que les otorgaron la vida inmortal pero con ciertas imperfecciones y maldiciones, como la sordera de Moriarty, la conversión de Carla en pantera y el alzheimer del abuelo German... Todos estaban un poco malditos menos Stan; un mestizo. Padre mago y madre humana.
-Una historia... Pragmática -Juzgó.
-¿pragmática? -Repitió.
-Todo me va cuajando y lo voy asimilando pero... Disculpe si le ofendo cuando le digo que no es creíble, quiero que sepa que soy doctor. Soy psicólogo y creo que todo está en la mente señor John, no existe la magia ni existe lo paranormal. Existe la ciencia y el azar. Nada más.
-Esa es su opinión... ¿Me deja al menos acabar la historia?
-Por supuesto, faltaría más.
-Me faltaba conocer al padre de los chicos... Siempre había tenido curiosidad por saber que demonios hacía un gorro flotando al lado de la tele. Después de unos días lo entendí y para mi sorpresa pude entender que era el Sr. Charles Lost viendo el televisor... Él era invisible, sólo era capaz de ver su reflejo en un espejo empapado en sangre de murciélago; eso me dijo Virginia. Y lo del gorro... Bueno, todo poder tiene su cara mala. La maldición de Charles era la esquizofrenia aguda paranoica con tendencia al desdoble de personalidad. Unos días era Charles Lost, y otros se hacía llamar "el extraño"...
-Tengo muchos pacientes así aquí... Son rudos, difíciles, cabezones, peligrosos y sobre todo locos, es la rama principal de la esquizofrenia. ¿a qué viene lo del gorro?
-El gorro... -Rió- decía que no quería que los marcianos le leyeran la mente... al oír esto y viendo la familia que son, usted que cree, comencé a creer en los extraterrestres. Esa tétrica y oscura mansión apareció ante mí por algo...
-es un... Extraño sentimentalismo, ¿no cree?
-Creo que los sentimentalismos al fin y al cabo rigen nuestro vivir señor.
El doctor ahora ahogó unas palabras. Había recibido un golpe bajo, y no solo eso, una realidad plausible. John siguió contando, con la certeza de que había tocado hondo al doctor Frank Morgan.
-Pasaron unas semanas, Charles aceptó mi consejo y se hizo un gorro de aluminio, ya que con un gorro rojo de lana no haría gran cosa... Me miró seriamente y con gesto preocupado (o eso creo, ya que no veo a la gente invisible) y me dijo:
"Y sí... ¿Ya están en mi cabeza?". Le calmé diciéndole que aún no estaban urgando en sus pensamientos. Le puse el gorro de aluminio y justo en ese momento, como un reloj puntual, ipso facto me giré sobre mí mismo y ahí estaba el abuelo, que siempre que me veía me repetía con sorpresa la misma frase a la que acabé adorando:
"Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost joven John." y riéndose con risa malvada entre bocanadas de aire se alejaba de mí con su gato en brazos, acariciándolo fuertemente, casi tanto, que pensaba que iba a arrancarle la piel.
Cada vez que pasaba por el salón recordaba que los animales estaban a merced del pequeño Moriarty, séis murciélagos sujetaban el candelario del vestíbulo iluminando todo tipo de parafernalias; cuadros pintados de parientes lejanos de cada uno montando a caballo; una mujer decapitada con la cabeza en sus manos. Un niño pequeño con los ojos vueltos y las encías llenas de sangre. Puede sonar Sádico pero yo necesitaba eso, un cambio de aires... Y vaya si me cambiaron. Pasaron los días y las situaciones que tenían lugar en la mansión no dejaban de sorprenderme, tanto la mansión como la familia. Ambos daban emoción a mi vida, no sé si a propósito o sin querer pero lo hacían. Una mañana me llamó Virginia para explicarme algunos hábitos sobre Moriarty, y justo cuando acabó de fumarse su cigarrillo lo depositó en una vieja calavera que usaba de cenicero. La calavera, indignada ante tanta falta de vergüenza se permitió el ficticio lujo de hablar y decir: "¡que un veterano de guerra haya quedado de guarda cenizas es algo lamentable, podría darme uno entero y no la colilla! ¡¡si tuviera mi cuerpo, le daría una patada en el culo Sra. Lost!!
Y entonces el rebelde de Stan, usando su poder telequinético lanzó la calavera y la tiró a la papelera, riéndose triunfante. Virginia lo aprobó. Eso pasó hace casi nueve años, y en los ocho meses que estuve en la familia Lost cabe decir que sin duda ha sido la mejor época de mi vida, esos ocho meses donde se repetía a cada rato la frase: "Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John". Esas tardes en las que entraban pájaros enormes y cuervos y se llevaban en volandas a Moriarty, por que él los controlaba. Días divertidos como cuando frente al espejo, el Sr. Charles me dijo que le tomase una foto y no sabía en que dirección enfocar la cámara. Recuerdo cuando organicé un juego en familia, el juego ese de la silla, que hay música y cuando deja de sonar tienes que sentarte y el que se quede sin silla, pues ha perdido. La primera vez que jugamos gané yo, pero la siguiente ganó Virginia, haciendo trampas con su ventaja respecto a sus poderes, puso una silla en el techo y solo ella podía sentarse. Fueron momentos entrañables, aunque no tanto como cuando Stan se unió al juego y también haciendo uso de su poder les quitó a todos las sillas contemplando como se caían de culo, esa escena jamás se me olvidara. Fueron momentos realmente entrañables a pesar de que trataba con una familia que podía dar miedo a cualquiera. Recuerdo ver muy de cerca la transformación de Carla en pantera, y... fue algo excepcional. Aunque algo gracioso por otra parte. La pantera, o sea carla, se daba fuertes cabezazos contra la pared en contra de su voluntad... todo se debe a que en el almuerzo, Carla llamó inútil a Moriarty por adueñarse del pastel de limón y el pequeño Moriarty, se tomó el pastel y la venganza por llamarle así. Ya que el pequeño controlaba los animales su hermana Carla no era la excepción. A cada cabezazo que la pantera se auto-propinaba, el pequeño Moriarty se reía contento, exitoso, haciendo alarde de superioridad.
En el salón a la hora de cenar había comida de lo más normal, salvo raras excepciones que se comía de una marmita enorme y cada uno sacaba dos cazos, dos cazos verdes humeantes y burbujeando. En el interior de ellos había cosas cuanto menos asquerosas que omito decirle... primeramente me aterrorizaba y por consiguiente me provocaba arcadas... después me fui acostumbrando y llegó a gustarme bastante la comida que ellos llamaban Marmita mágica. Y como siempre, en el sofá o detrás de mí, estaba siempre el viejo Sir Thomas Lost que me perseguía y acercándose a mí me decía: "tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, joven John".
Fueron unos meses que me cambiaron como persona, y los volvería a repetir. Sin duda...
-a ver la historia en sí... no es creíble John... no existe la familia Lost ni la mansión Lost, ni Virginia ni Moriarty. No existe ninguno de ellos... todos son creados por -le miró a los ojos, con una mirada llena de fuego- su mente
-¿cómo dice doctor Morgan?
-por favor, llámeme Frank y... es simple. Simplemente eso John, ¿cuánto tiempo lleva tomando su medicación para sus ataques epilépticos?
-unos diez años, mas o menos.
-lo ve... justo el tiempo que hace que dice usted que conoció a esa familia. A la familia lost. Está todo aquí -se señaló la sien con el dedo.
-no puede ser Frank... la mansión ¡ajá! La mansión se la puedo enseñar cuando quiera.
-John... no existe tal mansión, en el lugar en el que usted la ubica hay un banco, el banco Grand Late.
-¿entonces?... no puede ser... No creo lo que me dice. Yo la vi, yo he estado allí. Era tan real... -dijo hasta el punto de empequeñecer, su voz era apenas un hilo, decepcionado bajó la mirada... creyendo ahora que tal vez, sería producto de su imaginación.
-se acabó la sesión John... ven otro día si quieres y seguimos hablando, -se levantó- ahora me marcho, tengo mucho que hacer.
John salió de la consulta del Dr. Morgan cabizbajo y con una nueva receta de medicamentos... era tan real. Había sido tan real en su cabeza... y sin embargo ahora... no era cierto, no existía la familia Lost.
Cogió una pastilla. se la metió en la boca y tomó un trago de agua con muy pocos ánimos. Detrás de sí mismo vio una sombra de un perfil que le resultó familiar... Al girarse supo reconocer esa ronca voz de un anciano que le dijo:

"Tú jamás poseerás esta sonrisa, bienvenido a la familia Lost, Joven John".

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